Todo empezó bajo la cubierta del comedor, en el club. Habíamos satisfecho nuestras ansias de navegar (el Patrón y yo) con unos rápidos bordos entre la boya de barlovento y la rampa, (rápidos por la intensidad del viento y por lo pronto que desembarcamos), cuando no sé ni como ni cuando, en una rápida operación logística coordinada entre Pipo, su Futura y el Patrón, disponen que ese día se come arroz; así que mi jefe se pone a enumerar los ingredientes que la bodega debe de suministrar a la cocina, y en un esto de: 1 conejo y 1,0 kilogramos de costilla de cerdo se me ocurre cuestionarle con eso de: ¿y no será mucha carne p’al arroz?. La cagué. Motín al canto.
Como abrasado por el fuego de San Telmo y una centella hubiera atravesado la mayor saliendo por la escota y terminado en la caña del timón utilizándole de fusible, se volvió a mi y con mirada asaz aviesa y peor lenguaje me espetó: ¿Lo vas a hacer tú?, yo contrito mascullé: No, y el me contestó: ¡¡¡Pues te callas¡¡¡.
No me quedo otra que desaparecer rápidamente y enganchándome al escobón me fui al sollado de las velas y la cabuyería a intentar dejarlo como una patena mientras rumiaba mi desconsuelo por la bronca que me había ganado por tan inocente pregunta.
Pasé la mañana lo más discretamente posible no dejándome ver más que para atender alguna necesidad personal que por lo común, no describiré en este mi relato.
Llegada la hora del rancho senteme a la mesa comiéndome lo que se me puso y rehusando el repetir para que el Patrón y el resto de oficiales dispusieran de más condumio y que regado con el vino generoso hiciera olvidar el agravio a unos, y a mi, el oprobio de verme reprendido en público.
Parecierame que el banquete había hecho su efecto benefactor cuando el Patrón levantándose gallardamente se me dirigió diciéndome: Que, ¿vamos al agua?, ¿hacen unos bordos ahora que parece que ha bajado algo el viento?. Que más quería oír yo. Nada más decirlo ya me encontraba debidamente equipado y al pié de la rampa.
Embarqué yo, embarcó él, nos miramos nosotros, os lo cuento a vosotros y con viento por la aleta allí se quedaron ellos.
Del viento no habría que decir más que cumplía con su papel de impulsarnos con energía; del agua… que pasaba rozando las bordas a toda leche, y de El…., ah de El…. Pues que me aguardaba para cumplir con la vieja ley del mar: la que dice que no hay motín sin castigo.
En una virada por avante llevando algo de agua embarcada (lo que hacia que la cubierta se hubiera vuelto algo resbaladiza) y bastante velocidad, el Patrón que con disimulo espiaba mis movimientos se apercibió de que no había pasado mis pies bajo las cinchas, así que dando un fuerte tirón con el cañín contraescoró el barco lanzándome al agua por el costado de barlovento seguramente con la intención de pasarme por la quilla para ejemplo de la disciplina que en todo momento cualquier hombre embarcado debe observar.
Uno que es nacido en los sesenta en el Arrabal de Zaragoza y por tanto superviviente nato, que hizo? Pues aferrarse como poseso a la escota del foque que por ir navegando en ceñida a rabiar, la sostenía cazada a tope proporcionándome un asidero seguro para no ser engullido por la ola de proa que debido a la velocidad amenazaba con situarme a los pies del Patrón, es decir: bajo la quilla.
No diré que la vida paso ante mis ojos en décimas de segundo, pero si que en décimas de segundo remonte por el cabo hasta la borda, me cogí a ella y salté dentro del barco.
Para no cargar más la conciencia del Patrón, diré en su defensa que a la par que puso en práctica esta acción disciplinaria (de seguro excesiva), se dio cuenta de que tal vez no hubo tal motín o al menos la intención, por lo que soltando la escota de la mayor, desventó la vela para que así pudiera subir al barco y evitar el penoso espectáculo de ver a este que les narra, como un atún de negro neopreno pescado al curricán.
Ni que decir cave que jamás volveré a cuestionar al Patrón en la cocina (aunque en el barco no pare de hacerlo) pues en determinados ambientes marineros es peor decir que el arroz esta duro que el trasluchar peligrosamente cuando te han dicho que vires por avante.
Salud colegas… y al Patrón paciencia, mucha paciencia.
Y a ti, Lobo del Ártico.