La paradoxa del nostre temps és que tenim edificis més alts i temperaments més reduïts.
Ahí queda eso.
La mía es que llevo un mes como un loco cruzando el Mediterráneo y ahora, del Ecuador p’a bajo por el Atlántico con un IMOCA (El Lagartijo race), pero es virtual; ósea que no existe, y llevo más desvelos y veladas que un cofrade de la Hermandad del Cachorro de Triana el día de Jueves Santo.
Éteme aquí yo, que si me sacan de la pastinaca, el Topaz o el “4 horas, 20 minutos”(expreso de la Sotonera) todo me viene grande, voy y me enrolo en uno gordo; perdón, grande, y salgo pitando perseguido y persiguiendo a unos tíos que los lees en los chats, y parecen los capitanes de los clípper que hacían la carrera del Te; y yo que si los Alisios, que si el anticiclón de Santa Helena, que si pongo el solent o la trinqueta con tres rizos en la mayor, en fin que meses’ta poniendo el morro largo, largo y no sé cómo voy a afrontar esta temporada en un barco sin sollao, mesa de navegación y plotter, vamos: en una barca.
Si es que aprieto hasta el culo cundo viro en la pantalla y la corredera virtual empieza a subir nudos, y corro a la fregadera a echarme rociones en la cara, y me acuesto pensando donde cambiaré el bordo dentro de 3 horas en función de la previsión meteorológica de ahora y la de dentro de seis horas. En fin: un sin vivir y encima la sufrida de mi mujer empieza a poner caras raras cada vez que paso cerca de la habitación del ordenador, perdón, mi barco; que aunque sea un icono en una pantalla es mio, es miioo, es miiiiiiiiiioooooooooooo.
Adiós,… ¡ maldita World Race!.
(para Fer y Garfio con todo mi cariño y por su puesto p’al Patrón)
